Hay silencio en las articulaciones.

Hasta los 10 años hablé poco, por poco me refiero a realmente poco. Mis palabras no se articulaban. Por el contrario. Todo estaba disperso, desdoblado y necesariamente sin forma. Durante esos años de silencio entendí la quietud. No fue reflexivo, simplemente ocurrió: las manos se ciñen una sobre la otra, las rodillas se pliegan y la cabeza queda estática. El juego de la estatua: congelado, gritan. Sí, estuve congelado. Estaba “inmóvil y de pie en una pendiente recóndita y apartada en el monte, igual que si fuera uno de los árboles bajo la lluvia”, como narra Han Kang en su libro “La Vegetariana” (Ratta, 2017), acerca del proceso de transformación vegetal de Yeong-hy, una ama de casa coreana. Esa novela emprende una indagación sobre el cuerp... Ver más

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Mateo Ortiz Giraldo - 2020